Su cuerpo revela enormes músculos, pero ellos se ven a sí mismos enclenques. Estos individuos padecen de trastorno de dismorfia muscular.También llamado anorexia nerviosa inversa, dismorfia muscular o complejo de Adonis, este trastorno psicológico está caracterizado por la preocupación obsesiva por el físico. Es una variante del trastorno dismórfico corporal (TDC, que consiste en una fijación fuera de lo normal por algún defecto físico, ya sea real o imaginado). Quienes sufren de vigorexia perciben sus características anatómicas de forma distorsionada, como sucede en la anorexia, pero de manera inversa (de ahí uno de sus nombres).
Se estima que entre el 1% y el 10% de los usuarios habituales de un gimnasio sufren esta patología; sin embargo, las cifras reales no se conocen porque hay muchas personas que no saben que la padecen o lo ocultan. Principalmente se presenta en jóvenes de entre 15 y 35 años. Suele iniciar en la adolescencia, al igual que otros trastornos de la alimentación, porque a esa edad las personas son más vulnerables e inseguras ante su físico. Pero contrario a la anorexia y la bulimia, en el trastorno de dismorfia muscular los hombres son los principales afectados, aunque también hay mujeres que lo padecen. Este trastorno psíquico asocia la belleza con el aumento de la masa muscular. La característica principal se manifiesta en un complejo excesivo ante la debilidad y la delgadez, situación que en la mayoría de los casos no coincide con la realidad. Así, existen dos variantes: una en donde se lleva a cabo una extrema actividad deportiva casi siempre de musculación con el objetivo de aumentar la masa muscular y el tamaño corporal (vigorexia) y otra donde se come de manera compulsiva para ganar peso. En esta última situación se encuentra Ana Rosa (nombre ficticio), quien confiesa: “Tengo 33 años, siempre me he odiado por ser flaca, porque me enseñaron que eso era ser fea y todos los días vivo con angustia por no subir de peso. Me alimento bien, hago mucho ejercicio para ganar volumen, pero no logro aumentar mucho y me siento la mujer más insignificante del mundo. Mido 1.60, peso 55 kilos. Los doctores aseguran que estoy bien y mis amigas dicen envidiar mi figura, pero yo sólo veo un esqueleto en el espejo”. En el otro lado de la moneda, donde hacer ejercicio en exceso es el camino de salvación para los vigoréxicos, la situación no es muy diferente. Aunque las horas excesivas en el gimnasio les han formado tríceps, pectorales, bíceps y un “lavadero” admirables, para ellos nunca es suficiente. Su obsesión los lleva a entrenar de forma desmedida y estricta porque no se sienten conformes con sus musculos. Ejercitarse se vuelve una prioridad, es más importante que cualquier otra cosa.
“Padecí esta obsesión durante varios años. Para mí no existía nada más que hacer ejercicio. Me levantaba en la mañana e iba al gimnasio durante tres horas, en casa hacía abdominales todos los días y por la tarde entrenaba a otras personas. Nunca era suficiente y no me sentía bastante satisfecho con mi cuerpo”, nos comenta un fisicoculturista profesional que descubrió finalmente su trastorno después de casi siete años.
Si bien debemos aclarar que esta enfermedad no es exclusiva de los fisicoculturistas, es un hecho que un gran porcentaje de ellos muestran predisposición a sufrirla por la demanda que implica mantener el volumen muscular. Lo mismo ocurre con la gente que se dedica al modelaje y a otras actividades en donde el cuerpo es la herramienta de trabajo principal.
Por eso mismo, muchos no saben que son víctimas de esta patología, pues no pueden diferenciar la obligación de mantenerse en forma y progresar con la obsesión que comienza a manifestarse en ellos. Aunque, por otro lado, la mayoría sí reconocen sentirse admirados cuando la gente aplaude su físico, lo cual genera una mayor presión por conservarlo. “Siempre estás buscando mejorar tu cuerpo y cuando alguien voltea a verte y te miran asombrados, sientes que vas por el buen camino, pero que aún te falta mucho más”, asegura otro profesional de las pesas. El tratamiento de recuperación no es sencillo, pero existe. En la enfermedad intervienen factores socioculturales, principalmente los relacionados con los cánones de belleza establecidos en nuestro tiempo y otros derivados de ellos, como el culto al cuerpo. También tiene su origen en ciertos desequilibrios del sistema nervioso central, sobre todo con alteraciones bioquímicas en la producción de serotonina. Para tratar el trastorno, entonces, se puede recurrir a medicamentos que regulen y normalicen estos desequilibrios. Además, la terapia psicológica es fundamental para modificar la conducta del paciente, tratando de recuperar su autoestima y ayudándole a superar el miedo al rechazo. Finalmente, es útil aclarar que la vigorexia no debe confundirse con la práctica habitual de algún deporte ni con el entrenamiento riguroso. No es en la actividad física en sí misma donde radica el problema, sino en la obsesión que la persona pone en ella como consecuencia del trastorno. El balance es la base de la salud
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