He sostenido que ante el saldo del ataque al casino de Monterrey, 52 muertos, las discusiones académicas sobre los motivos del atentado pasan en este primer momento a un segundo plano, aunque los especialistas tendrán tiempo para hacerlo.
Para mí, el impacto está en la magnitud y los destinatarios del golpe, los 52 inocentes muertos, ajenos y víctimas del crimen organizado y a la lucha en su contra.
Podría decir que nunca como el jueves en Monterrey se había atentado en esas proporciones contra inocentes, con un desprecio tal a la vida que retrata hasta dónde han llegado y hasta dónde están dispuestos a llegar los sicarios y sus jefes.
Creo que el modo de ver a estos criminales será antes y después del atentado al casino Royale, donde sin la menor consideración humana unos sujetos incendian con toda premeditación un local atestado de gente inocente y se van sin el menor remordimiento.
Y sin restar la gravedad al saldo en muertes, hay que destapar el círculo de corrupción en el que operan esos casinos, sin permisos, con el amparo y cobijo cómplice de malos jueces y peores funcionarios y con el cobro de cuotas de la delincuencia organizada y de la delincuencia oficial, como se ha documentado con los pagos al hermano del alcalde panista de Monterrey, Fernando Larrazábal.
Los casinos retratan un mundo completo de corrupción en el que conviven autoridades de todos los niveles que los toleran y protegen.
¿No habrá llegado el tiempo de ponerlos en orden con un primer paso: cerrarlos para ordenarlos? Aunque sea mucho el dinero y aunque sean muchos los involucrados.
¿O no van a servir de nada los muertos?
Hagan su juego.
Nos vemos mañana, pero en privado.
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