por Avril Parrillat
¿Qué hace funcionar a la mente humana? ¿Somos, en ocasiones, presas de nuestros instintos, placeres y obsesiones? ¿Son los vicios malos hábitos tan difíciles de quitar que pueden convertir en asesino a alguien? Usted, ¿sería capaz de matar? Y, en ese caso, ¿cómo podría justificarse? Éstas y otras preguntas nos llevan a cuestionarnos: ¿Qué es un asesino en serie? ¿Qué lo motiva a serlo? y, sobre todo, ¿por qué si entendemos que desde cualquier punto de vista alguien así es un monstruo, el tema nos genera tal fascinación?
El término «asesino serial» —o «asesino en serie»— se refiere a todo individuo que comete tres o más asesinatos en un lapso mayor a 30 días —incluido un periodo «de enfriamiento» entre uno y otro—, y cuya única motivación es la gratificación psicológica y/o sexual que dicho acto le proporciona. No hay que confundirlo con el asesino múltiple o multiasesino, que comete el asesinato de más de una víctima en un solo evento.
Como salidos de una pesadilla
La expresión en inglés, serial killer —«asesino en serie»— fue usada por primera vez en 1970 por el agente del fbi Robert Ressler. Desde los años 30, el director de la policía alemana Ernst Gennat ya había acuñado el término Serienmörder en un artículo sobre Peter Kürten —llamado «el Vampiro de Düsseldorf»—, pero fue hasta los años 70 cuando éste se popularizó debido a la publicidad generada por los casos Ted Bundy y David Berkowitz —mejor conocido como «el Hijo de Sam».
La mente del serial killer
Desde hace siglos, se ha intentado establecer un patron o perfil de los asesinos seriales. En el siglo xix, el doctor Richard von Krafft-Ebing —mejor conocido por su libro Psychopathia Sexualis, de 1886— condujo una de las primeras investigaciones documentadas sobre numerosos homicidios violentos, sexuales y en serie, y quienes los cometían.
Los serial killers se originan por un proceso complejo que involucra factores biológicos, sociales y del entorno; hasta la fecha no ha sido posible identificar cuáles influyen para que un individuo se convierta en un asesino en serie. Tampoco es posible buscar una combinación específica de antecedentes o un patrón genérico del asesino en serie. Sin embargo, pueden mencionarse algunas constantes:
—Sus motivaciones son individuales.
—No se limitan a un grupo demográfico específico: sexo, edad, grupo racial o religión.
—Tienen una predisposición biológica —una anomalía fisológica del cerebro, por ejemplo—, moldeada por su carácter psicológico, y que se hace presente durante una fase crítica de su desarrollo social.
—Cuando sus crímenes involucran sexo, significa que en algún punto de su desarrollo psicológico «erotizaron» la violencia, la cual queda inexplicablemente asociada a la gratificación sexual en su psique.
—Pueden tener motivos diversos para cometer sus crímenes, y éstos pueden cambiar durante la serie de asesinatos: ira, ya sea contra cierto subgrupo de la población o contra la sociedad en general; estatus o compensación en alguna organización criminal; beneficio económico a consecuencia, como en el caso de las «viudas negras»; ideología, ya sea propia o de algún grupo, religión o culto; poder/emoción, es decir que el asesino se siente poderoso o excitado por sus crímenes; gratificación sexual, ya sea necesidades o deseos, y psicosis, en la que se sufre de una enfermedad mental severa —alucinaciones y delirios, por ejemplo—. Salvo en este último caso, los serial killers siempre cometen sus crímenes porque desean hacerlo.
—En general tienen comportamiento depredador, valoran poco la vida humana, y a menudo padecen de alguna psicopatía, ya sea interpersonal —una falsa apariencia encantadora, manipulación, mentiras compulsivas y una exageración de la propia valía—, afectiva —ausencia de culpa y remordimiento, incapacidad de empatizar y de asumir responsabilidad de sus actos—, de comportamiento —búsqueda patológica de estimulación, impulsividad, irresponsabilidad, parasitismo psicológico—, o antisocial —problemas de conducta infantil, delincuencia juvenil, hasta criminalidad—. Sin embargo, las psicopatías no explican completamente las motivaciones de los asesinos seriales.
—Eligen a sus víctimas según tres criterios: disponibilidad —qué tan fácil es aproximarse a ella—, vulnerabilidad —qué tan susceptible es de ser atacada— y atractivo para el asesino, según sus preferencias
«El Destripador»
Es un hecho que los más famosos asesinos en serie despiertan temor, morbo e incluso un extraño tipo de admiración o atracción; por ejemplo, uno de los primeros casos conocidos en el mundo fue el de Jack «el Destripador»,1 quien en plena era victoriana dio muerte a por lo menos cuatro prostitutas en las neblinosas calles del distrito Whitechapel, en Londres. Los cortes que este célebre asesino efectuaba en sus víctimas hacían suponer a Scotland Yard, la policía metropolitana, que se trataba de una persona con amplios conocimientos médicos o experiencia en cirugía. El caso nunca se resolvió, y entre los investigados por la policía inglesa, los señalados por la prensa de aquellos tiempos y los propuestos por diversos estudiosos del tema, el número de sospechosos ronda la treintena —incluyendo a un miembro de la realeza.
«El Vampiro de Düsseldorf»
Otro caso que horrorizó a la sociedad en el siglo xx fue el del mencionado Peter Kürten, «el Vampiro de Düsseldorf». Este nativo de Mülheim, Alemania, nació en el seno de una familia pobre y violenta, en la que el padre alcohólico acostumbraba golpear y abusar sexualmente de su esposa e hijas; muy pronto el joven Peter siguió los pasos de su padre, y también ejerció su crueldad con animales. El primero de sus muchos asesinatos lo cometió en 1913, durante un robo, y a partir de entonces se dedicó también a atacar sexualmente a niños y adultos. Al final fue aprehendido y condenado a morir en la guillotina, pero en una entrevista previa a su ejecución, Kürten todavía declaró que su principal gratificación había sido el placer sexual, y que el número de puñaladas crecía en función del tiempo que tardaba en alcanzar el orgasmo.
No se quede con la duda que asesina y mejor consiga su Algarabía 88, para acabar con esta nota.
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