Sin el voto latino ni Newt Gingrich ni Mitt Romney podrán llegar a la Casa Blanca. Esa es la nueva regla de la política en Estados Unidos. Y como van las cosas, a menos que cambien su postura sobre los indocumentados, ambos van en camino a perder frente a Barack Obama.
Entrevisté a Gingrich y a Romney recientemente y por separado en un foro organizado por Univision, la Cámara Hispana de Comercio y el Miami Dade College, y sus estilos son diametralmente opuestos.
Romney llegó por detrás del escenario y se fue por el mismo lugar sin tomarse fotos con los asistentes. Cuando respondió preguntas de la audiencia, se paró y nunca se movió del mismo lugar. Casi no improvisa respuestas y la audiencia nunca se prendió. El ex gobernador de Massachussets se mantiene siempre en mensaje. Su equipo de comunicación y de seguridad no tiene nada que pedirle al del presidente Obama. Es más, Romney se comporta casi como presidente.
Gingrich es mucho más informal e imprevisible. Entró por el centro de la audiencia, hizo un saludo en español y antes de partir se tardó casi 20 minutos tomándose fotos con todos los asistentes. Disfruta el intercambio de ideas, tanto que a veces habla de más. Sabe entusiasmar a su audiencia y se conecta emocionalmente con ellos. Su campaña no tiene la disciplina ni el dinero de la de Romney. Y se nota: llegó con muchos menos asistentes y guardaespaldas que Romney. Gingrich se comporta como…Gingrich.
A Romney le pregunté cuánto dinero tenía y, como suele ocurrir con la gente muy rica, no supo darme una cifra exacta. “Bueno, es entre 150 millones de dólares y unos 200 millones, algo así. Esos son los cálculos” y luego me explicó que él no había heredado nada del dinero de sus padres. A pesar de que el padre de Romney nació en México él no se considera latino. “No creo que la gente pensaría que soy honesto si les dijera que son mexico-americano”, me dijo y agregó con humor: “Pero agradecería si se lo dejaras saber a la gente.” Romney cree que Dios hizo a Estados Unidos para liderar el mundo y así lo ha repetido en, al menos, dos ocasiones. Ese tipo de comentarios, desde luego, no han caído bien en el resto del mundo donde han sido catalogados como arrogantes e ignorantes.
A Gingrich tenía que preguntarle si no fue hipócrita el criticar y perseguir legalmente al entonces presidente Bill Clinton por su affair con Mónica Lewinsky. Cuando Gingrich era el líder del congreso él tuvo, al mismo tiempo que Clinton, una relación fuera del matrimonio con su actual esposa, Calistra.
“Yo no hice lo mismo”, me contestó. “Yo nunca mentí bajo juramento. Nunca cometí un crimen. Y él sí lo hizo.” El asunto, desde luego, no es una cuestión legal sino moral. Pero Gingrich no consideró que su actitud era de hipocresía.
Desde luego, los dos candidatos sabían que les preguntaría sobre su política migratoria. Muchos hispanos los ven a los dos como antiinmigrantes y antilatinos por rechazar una reforma migratoria –que legalizaría a 11 millones de indocumentados- y por oponerse al Dream Act –que daría residencia legal a unos 2 millones de estudiantes que llegaron aquí muy pequeños con sus
padres.
Gingrich -que había acusado de “antiinmigrante” a Romney en un comercial de radio- me dijo que era una “fantasía” su plan de “auto-deportación” de millones de indocumentados. “Mitt Romney no va a conseguir que el país acepte la idea de expulsar a abuelas y abuelos.” Romney cree que si se implementa un estricto programa de identificación de las personas que sí pueden trabajar legalmente y se sanciona con dureza a los que contraten indocumentados “con el tiempo, la gente (sin documentos) ya no estará atraída a quedarse aquí porque no pueden encontrar empleo: y eso es lo que se llama “autodeportacion”.
En cambio, la política migratoria de Gingrich se ha suavizado. Aunque es un fiel seguidor de Ronald Reagan –que en 1986 dio una amnistía a tres millones de personas- él no le daría la ciudadanía a los indocumentados pero sí la residencia a aquellos que llevaran viviendo en el país, sin cometer un crimen, por más de 20 años.
Pero lo novedoso del plan de Gingrich es que ofrecería un “permiso de trabajo” a los indocumentados que llevan en Estados Unidos menos de 20 años. Cuando le dije que las actuales leyes no permiten eso, me respondió: “Podemos aprobar una nueva ley que les permitiría a los indocumentados un permiso de trabajo.” Es decir, Gingrich no ofrece ni residencia ni ciudadanía a la mayoría de los indocumentados pero sí “un permiso de trabajo” y poco de esperanza. Y ese poquito de esperanza es lo que necesitan darle los Republicanos a 12 millones de votantes latinos para no perder la próxima elección. Cualquier candidato Republicano necesita al menos una tercera parte de los votos latinos para llegar a la Casa Blanca. Y la última encuesta de Univision, ABC y Latino Decisions indica que Obama le ganaría fácilmente el voto latino a Romney (67% contra 25%) y a Gingrich (70% contra 22%).
Tanto Romney como Gingrich se han tardado mucho en entender la importancia del voto latino. Lo que han dicho en la campaña para obtener la nominación Republicana les ha hecho mucho daño entre los hispanos. Y es muy posible que, aunque ahora cambien de discurso, lleguen demasiado tarde a la fiesta. Posdata. Aquí están mis entrevistas con Newt Gingrichhttp://bit.ly/xCmfKq y con Mitt Romney http://bit.ly/xe5neV
No hay comentarios:
Publicar un comentario