Los niños pequeños son como todos nosotros: no siempre prestan atención a todo lo que les dicen. De hecho, de los 24 a los 36 meses realmente necesitan tu ayuda para aprender a escuchar con atención. "Lo que a menudo ocurre", dice Roni Leiderman, directora adjunta del Centro Familiar de la Universidad del Sudeste, en Fort Lauderdale, Florida, "es que los padres dicen algo diez veces, y sólo entonces cuentan hasta tres y le dicen al niño que lo castigarán si no les hace caso. En realidad, lo que logran con esto es condicionar al niño a no escucharlos hasta la décima vez".
Al ignorarte, tu niño en realidad obtiene más atención de tu parte (aunque tus quejas constantes no sean la mejor forma de atención). Sin embargo, el saber escuchar con atención es importante para él porque le ayuda a aprender mejor, a estar más alerta a las señales de peligro, a llevarse mejor con sus profesores y otros adultos a quienes debe mostrar respeto, y hasta le facilita conocer a nuevos amiguitos. Existen estrategias sencillas que, si las sigues de manera constante, enseñan a los niños pequeños a prestar atención y a saber escuchar. Y, como señala Leiderman, "nunca es demasiado temprano para empezar a enseñar a tu hijo. Un niño de 2 ó 3 años no es tan atento como un niño de 5, pero aún así puede aprender a escuchar".
Ponte a su nivel.
Tarde o temprano, todos los padres nos damos cuenta de que gritar desde nuestra altura (y menos desde otra habitación) raramente da resultado. Por eso, agáchate o alza a tu niñito de manera que puedas mirarle a los ojos y captar su atención. Tu hijita te escuchará con cuidado si te sientas a su lado cuando le tengas que recordar que se termine de comer su cereal, o si te acercas a su cama para decirle que vas a apagar la luz.
Háblale con claridad.
Lo que le tengas que decir, díselo sencillamente, con claridad y autoridad. Perderás su atención si tu explicación se hace demasiado larga. A un niño pequeño le cuesta captar el mensaje de una frase larga como "Hace mucho frío afuera, y últimamente has estado enfermo, o sea que quiero que te pongas este suéter antes de que salgamos de compras". Sin embargo, cuando le dices, "Ahora tienes que ponerte tu suéter", el mensaje está claro. Tampoco le hables en forma de pregunta cuando en realidad tu niño no tiene opción. "Ven y súbete a tu asiento del automóvil" tiene mucho más impacto que "¿Te quieres sentar en tu sillita del auto?"
Cumple tus promesas sin demora.
Es importante que tu niño confíe en tus palabras y sepa que hablas en serio; por eso, no hagas amenazas ni promesas que no estés dispuesta a cumplir. Si le dices a tu hijita de 2 años, "tienes que tomarte la leche a la hora de la comida", no cambies de idea cinco minutos después y permitas que tome jugo. Si le has advertido que tendrá que sentarse solita en su habitación si golpea a su hermanito, no dejes de castigarla cuando lo haga. Igualmente, asegúrate de que tu esposo o la persona que la cuide siga y respete las mismas normas que tú, para que ninguno eche a perder las enseñanzas del otro.
También es importante que tu respuesta sea rápida para que tu niño aprenda a hacer lo mismo. Así como no esperas tener que gritar cinco veces "¡No cruces la calle!" hasta que tu niño te obedezca, tampoco debes tener que repetirle una y otra vez "Pon tu vasito sobre la mesa". Si tu niño no lo hace a la primera, enséñale lo que quieres que haga, guiando calmadamente su mano hacia la mesa.
Refuerza tu mensaje.
Otra forma de enfatizar tu mensaje es reforzar tus palabras con otras señales no verbales, sobre todo cuando estás tratando de dirigir la atención del niño de una actividad que le gusta a otra que le guste menos. Por ejemplo, di "¡Es hora de ir a la cama!", y añade una señal visual (encender y apagar la luz), una señal física (dale un besito para atraer su atención hacia ti y distraerlo de su juguete), y una demostración (llévalo hacia su cama, quita la cobija y da golpecitos en la almohada).
Hazle una advertencia.
Avisa a tu niño con antelación antes de cualquier cambio importante, sobre todo cuando esté muy entretenido y contento con sus amiguitos o juguetes. Cuando se acerque la hora de marcharse, dile: "Nos vamos a casa dentro de unos minutos. Cuando te llame, le dirás adiós a tu amiguito y nos iremos".
Dale instrucciones realistas.
Si le dices a un niñito de 2 años que recoja sus juguetes, echará una mirada a la habitación y no sabrá por dónde empezar. Dale instrucciones realistas, como: "Vamos a guardar los cubitos amarillos". Y luego transfórmalo en un juego: "Muy bien, ahora vamos a guardar los cubitos azules".
Motívalo.
Alzar la voz y gritar son técnicas que a veces funcionan (con algunos niños), pero nadie lo disfruta. La mayoría de los niños responden mejor cuando los tratamos con buen humor y seguridad. Por ejemplo, prueba pedirle lo que deseas que haga con una voz divertida o canción. Cántale "Es hora de lavarse los dientes" al ritmo de una canción conocida (o inventada en ese momento). Asimismo, ofrécele una recompensa por obedecerte, en lugar de insistir que lo haga por obligación. Dile: "Lávate los dientes y luego nos acostamos a leer juntos un cuento", en lugar de "Si no te lavas los dientes vas a tener caries", o "¡Lávate los dientes AHORA MISMO!". Y elógialo por haber cumplido su tarea con un "¡Qué bien escuchas a mamá!"
El buen humor, afecto y confianza que le demuestras a tu niño al hablarle de esta manera le hará querer escucharte porque sentirá que lo quieres y lo tratas de manera especial. Esto es importante, incluso cuando hay que actuar con firmeza. Si tienes que mostrar tu autoridad al dar instrucciones firmes o específicas, eso no significa que tengas que hacerlo de mal humor; de hecho, tu mensaje será mucho más fuerte si viene acompañado de un abrazo o una sonrisa. Así tu niño aprende que vale la pena prestar atención a lo que dices o le pides.
Dale un buen ejemplo.
Los niños en edad preescolar te escucharán mejor si ven que tú también sabes escucharlos. Acostúmbrate a escuchar a tu niño con la misma atención y respeto que le brindarías a un adulto. Mírale cuando te hable, contéstale educadamente y permítele que termine de hablar sin interrumpirle, siempre que sea posible. Procura no darle la espalda ni ignorarle mientras te habla (aun en esos momentos en que estás ocupada preparando la cena y tu niñito insiste en contarte sus últimas aventuras con todos los detalles). Así como en todo lo demás que quieres enseñarle a tu hijito, tu ejemplo siempre será más importante que tus palabras.
Recursos:
Hay numerosos libros que ofrecen buenos consejos sobre este tema. Entre ellos, algunos muy populares son Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen , de Adele Faber y Elaine Mazlish, y Disciplina sin gritos ni palmadas , de Jerry Wyckoff y Barbara Unell.
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