Hay demasiados precandidatos y las presiones internas llevan hacia un enfrentamiento entre ellos y ha comenzado a menudear el fuego amigo
Si hay algo que el panismo no puede permitirse es que el proceso de selección de su candidato se le termine complejizando hasta convertirse en inmanejable para el partido. Hay muchas posibilidades de que eso suceda: hay demasiados precandidatos y las presiones internas llevan hacia un enfrentamiento entre ellos y ha comenzado a menudear el fuego amigo, no solamente hacia los candidatos sino también hacia sus equipos; la dirección del partido se ve débil para afrontar esos desafíos y parece ir detrás de los acontecimientos; no sé si el presidente Calderón, pero sin duda sí el equipo presidencial, tiene candidatos y existen, allí también, divisiones por esas preferencias, lo que lleva a que haya cuatro precandidatos que se dicen calderonistas. Y el tiempo parece estar ya encima para comenzar a tomar decisiones, pero éstas no se adoptan.
Mucho más temprano que tarde el número de precandidatos panistas deberá reducirse sustancialmente, sobre todo entre los cuatro integrantes del gabinete. Debería existir una unificación de posiciones en torno a uno de ellos, asumiendo, además, que, en la actual situación, ninguno de los cuatro logra crecer en forma significativa, primero, porque son muchos y no acumulan obviamente simpatías en forma consistente y, segundo, porque no queda claro quién representa qué y cuáles serán las líneas de continuidad diferenciadas con las del continuismo, que no es lo mismo.
La famosa carta de destape de Ernesto Cordero ha servido para colocar al secretario de Hacienda en la palestra, pero no ha alcanzado para posicionarlo con claridad como el precandidato del calderonismo. Las declaraciones de Cordero sobre temas económicos (perfectamente previsibles en un secretario de Hacienda, muy controvertidas para un precandidato presidencial) han logrado hacer más conocido el nombre de Ernesto, pero también, como se muestra con claridad en la encuesta de Beltrán y Asociados que se dio a conocer ayer, incrementaron el número de negativos del secretario más cercano en términos personales y políticos al presidente Calderón. Precisamente por eso, no veo que éste haya tomado ya una decisión al respecto. Creo que el llamado por muchos Plan B, que no es sino Alonso Lujambio, está lejos de haber sido descartado y, la foto del domingo, de Javier Lozano y Lujambio en un acto partidario, dejó a muchos pensando en los movimientos que pueden todavía darse dentro del calderonismo.
Porque, mientras tanto, fuera de él, la vida sigue. No sé qué posibilidades pueda tener pero, sin duda, Emilio González, el gobernador de Jalisco, quiere continuar en la pelea; Santiago Creel, aunque muchos creen que no llegará, parece decidido a continuar hasta el final. Josefina Vázquez Mota sigue con sus recorridos por el país, creciendo en conocimiento e intenciones de voto entre los panistas, sobre todo mientras no queda claro quién, de los miembros del gabinete, le terminará haciendo frente. Si entre los llamados calderonistas la lógica impone que debe ser uno de ellos quien represente a todo ese sector, entre los tres que no son integrantes del gabinete, la misma lógica indicaría que, si van los tres, o dos, a esa competencia, dividirán sus votos y le abrirían paso a su adversario interno.
El tiempo está muy encima para estas decisiones porque, además, ya han aumentado las presiones, internas y externas, para que los aspirantes comiencen a retirarse de sus cargos (y eso se aplica también en el caso de Marcelo Ebrard en el DF y será algo que la inminente salida de Peña Nieto, que dejará la gubernatura en septiembre, terminará catalizando). Hoy comienza el verano: antes de que se inicie el otoño el PAN, mucho antes de que comience el proceso formal de selección de candidato, deberá tener resuelta su ecuación interna. Hoy está muy lejos de verse con claridad hacia dónde irá el partido en el gobierno.
Mucho más temprano que tarde el número de precandidatos panistas deberá reducirse sustancialmente, sobre todo entre los cuatro integrantes del gabinete. Debería existir una unificación de posiciones en torno a uno de ellos, asumiendo, además, que, en la actual situación, ninguno de los cuatro logra crecer en forma significativa, primero, porque son muchos y no acumulan obviamente simpatías en forma consistente y, segundo, porque no queda claro quién representa qué y cuáles serán las líneas de continuidad diferenciadas con las del continuismo, que no es lo mismo.
La famosa carta de destape de Ernesto Cordero ha servido para colocar al secretario de Hacienda en la palestra, pero no ha alcanzado para posicionarlo con claridad como el precandidato del calderonismo. Las declaraciones de Cordero sobre temas económicos (perfectamente previsibles en un secretario de Hacienda, muy controvertidas para un precandidato presidencial) han logrado hacer más conocido el nombre de Ernesto, pero también, como se muestra con claridad en la encuesta de Beltrán y Asociados que se dio a conocer ayer, incrementaron el número de negativos del secretario más cercano en términos personales y políticos al presidente Calderón. Precisamente por eso, no veo que éste haya tomado ya una decisión al respecto. Creo que el llamado por muchos Plan B, que no es sino Alonso Lujambio, está lejos de haber sido descartado y, la foto del domingo, de Javier Lozano y Lujambio en un acto partidario, dejó a muchos pensando en los movimientos que pueden todavía darse dentro del calderonismo.
Porque, mientras tanto, fuera de él, la vida sigue. No sé qué posibilidades pueda tener pero, sin duda, Emilio González, el gobernador de Jalisco, quiere continuar en la pelea; Santiago Creel, aunque muchos creen que no llegará, parece decidido a continuar hasta el final. Josefina Vázquez Mota sigue con sus recorridos por el país, creciendo en conocimiento e intenciones de voto entre los panistas, sobre todo mientras no queda claro quién, de los miembros del gabinete, le terminará haciendo frente. Si entre los llamados calderonistas la lógica impone que debe ser uno de ellos quien represente a todo ese sector, entre los tres que no son integrantes del gabinete, la misma lógica indicaría que, si van los tres, o dos, a esa competencia, dividirán sus votos y le abrirían paso a su adversario interno.
El tiempo está muy encima para estas decisiones porque, además, ya han aumentado las presiones, internas y externas, para que los aspirantes comiencen a retirarse de sus cargos (y eso se aplica también en el caso de Marcelo Ebrard en el DF y será algo que la inminente salida de Peña Nieto, que dejará la gubernatura en septiembre, terminará catalizando). Hoy comienza el verano: antes de que se inicie el otoño el PAN, mucho antes de que comience el proceso formal de selección de candidato, deberá tener resuelta su ecuación interna. Hoy está muy lejos de verse con claridad hacia dónde irá el partido en el gobierno.
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