México tiene mucho que aprender de Perú y Colombia. Si no lo hace, corre el peligro de caer en una espiral de pobreza y narcoviolencia. Y esas espirales suelen terminar en huracanes sociales.
¿Qué puede aprender México de Perú? Muchísimo. La primera lección es que los olvidados no olvidan quién los olvidó a la hora de votar. Contrario a lo que sugerían muchas encuestas, Ollanta Humala le ganó a Keiko Fujimori gracias al voto rural e indígena. Los olvidados tarde o temprano se vengan; a veces en las calles y otras en las urnas. A pesar de que Perú ha sido uno de los países con el mayor crecimiento económico del continente, los más pobres no han dejado de serlo y la distribución del ingreso sigue beneficiando desproporcionadamente a los peruanos más ricos.
Lección: la pobreza no se borra con declaraciones optimistas. Por eso más de la mitad de los peruanos votó por el candidato que retaba al sistema -Ollanta Humala- y no por quien lo preservaría –Keiko Fujimori. Una cosa es lo que dicen las estadísticas y otra muy distinta es no tener trabajo ni qué comer. En el preciso instante en que el Secretario de Hacienda y precandidato presidencial, Ernesto Cordero dijo que “hace mucho que México dejó de ser un país pobre”, había en el país 54 millones de pobres (según cifras del Tecnológico de Monterrey).
Lección: maquillando al país no se ganan elecciones ni se logran los grandes cambios.
Lección: sí México no aprende de la reciente elección en Perú que la pobreza no desaparece con declaraciones falsas y con promesas electorales, corre el riesgo de perder otra década más y ser irrelevante frente a las nacientes potencias como China, India y Brasil. México es mucho más parecido a Perú de lo que muchos quisieran creer: por esa pobreza heredada de una generación a otra, por su espantosa discriminación contra la población indígena y por sus ricos groseramente ricos.
México, también, tiene mucho que aprender de Colombia para enfrentar el problema de la narcoviolencia.
Cuando hablo con mis compatriotas mexicanos sobre la narcoviolencia, siempre hay un gesto de resignación. “No hay de otra”, me dicen, sobre la fallida estrategia del presidente Felipe Calderón de enfrentar frontalmente a los narcotraficantes y que ha costado más de 40 mil muertos. Pero la realidad es que sí hay de otra.
Hay cuatro cosas que los colombianos hicieron bien y que los mexicanos no están haciendo para ganarle a los narcos:
1) En Colombia entendieron que había que pegarle a los narcos donde más les dolía: en el bolsillo y en sus cuentas bancarias. En México no se está haciendo.
2) En Colombia crearon una policía nacional única; en México hay 2,600 cuerpos de policía sin ninguna coordinación.
3) En Colombia crearon un cuerpo élite prácticamente
incorruptible para enfrentar a los narcotraficantes; en México no existe.
4) Y en Colombia empezaron a “liberar” una por una ciudades y carreteras de manos de los narcos. México ha perdido parte de su territorio frente al narcotráfico. ¿Cuándo México va a liberar Cuernavaca, Monterrey o Ciudad Juárez? ¿Cuándo se liberarán las carreteras en Sinaloa o Michoacán?
Como ven, sí hay de otra. El problema es que el presidente Calderón y el ejército mexicano escogieron una estrategia equivocada y, lo peor de todo, es que no están dispuestos a corregirla a pesar de que cada asesinato es una muestra de su fracaso. Es de una arrogancia infinita el suponer que México no puede aprender de Perú y de Colombia para enfrentar sus problemas de pobreza y narcoviolencia. Las lecciones son que la pobreza no desaparece con estadísticas y declaraciones triunfalistas, y que la narcoviolencia sí se puede vencer pero solo con la estrategia correcta. México tiene una fijación con el norte. Nada de lo que hace Estados Unidos le es ajeno. Pero la verdad es que nuestros problemas tienen mucho más que ver con el resto de América Latina que con nuestro vecino al norte. Si México no ve lo que está haciendo bien el sur, va a perder el rumbo. Por eso, aunque cueste y vaya contra nuestras tendencias históricas, México está obligado a ver al sur y aprender. Son lecciones para no morir de hambre o de un balazo. Se los dejo de tarea.
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