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Siempre se nos ha enseñado que no es ético ocultar la verdad, sin embargo apelamos con frecuencia a este recurso para salir de algún contratiempo. Un estudio reveló que el americano promedio dice hasta siete mentiras por día y la mayoría lo hace sin remordimiento alguno.
Se destaca que donde más se usa la mentira es en el centro de trabajo. La verdad es maquillada desde que se postula a una plaza hasta las entrevistas personales. Desde las altas esferas hasta el último de los empleados admiten haber solucionado problemas con una mentirilla blanca.
La más común, acertó, es la misma en la que está pensando, decir nuestra edad. Tanto mujeres como hombres coinciden en bajarse unos añitos por cuestiones de vanidad. Se ha reportado adulteración de fechas de nacimiento hasta en aplicaciones de documentos de interés federal. Ocultar información y manipular datos están tipificados como delitos y de acuerdo a la magnitud podrían alcanzar grado de felonía. Dar falso testimonio bajo juramento y desviar información es otra variante de la mentira que cae en la criminalidad y muchas veces pone en riesgo la credibilidad y seguridad de terceros.
Las razones más comunes por las que gente miente son: Cuando queremos esconder algo, para inventarnos alguna excusa, si queremos hacer sentir bien a alguien y para evitar dar una mala noticia. ¿Con cual categoría nos identificamos? Si es con todas algo anda mal.
Si esta acción genera una conducta crónica en la persona, ya hablamos de un cuadro clínico. La siquiatría ha bautizado este comportamiento como mitomanía. Estos trastornos sicológicos confunden la realidad con la fantasía y los mitómanos están convencidos de que dicen la verdad.
La próxima vez, antes de soltar una mentira, piense en algo divertido, por ejemplo qué pasaría si se cumple el adagio de Pinocho. Sin duda la rinoplastia sería la profesión más deseada por los cirujanos. Se vale decir mentiras blancas o piadosas, pero hagamos un esfuerzo para disminuir la frecuencia reportada por el estudio. Una sociedad sin mentiras puede llevar a un mundo mejor.
Se destaca que donde más se usa la mentira es en el centro de trabajo. La verdad es maquillada desde que se postula a una plaza hasta las entrevistas personales. Desde las altas esferas hasta el último de los empleados admiten haber solucionado problemas con una mentirilla blanca.
La más común, acertó, es la misma en la que está pensando, decir nuestra edad. Tanto mujeres como hombres coinciden en bajarse unos añitos por cuestiones de vanidad. Se ha reportado adulteración de fechas de nacimiento hasta en aplicaciones de documentos de interés federal. Ocultar información y manipular datos están tipificados como delitos y de acuerdo a la magnitud podrían alcanzar grado de felonía. Dar falso testimonio bajo juramento y desviar información es otra variante de la mentira que cae en la criminalidad y muchas veces pone en riesgo la credibilidad y seguridad de terceros.
Las razones más comunes por las que gente miente son: Cuando queremos esconder algo, para inventarnos alguna excusa, si queremos hacer sentir bien a alguien y para evitar dar una mala noticia. ¿Con cual categoría nos identificamos? Si es con todas algo anda mal.
Si esta acción genera una conducta crónica en la persona, ya hablamos de un cuadro clínico. La siquiatría ha bautizado este comportamiento como mitomanía. Estos trastornos sicológicos confunden la realidad con la fantasía y los mitómanos están convencidos de que dicen la verdad.
La próxima vez, antes de soltar una mentira, piense en algo divertido, por ejemplo qué pasaría si se cumple el adagio de Pinocho. Sin duda la rinoplastia sería la profesión más deseada por los cirujanos. Se vale decir mentiras blancas o piadosas, pero hagamos un esfuerzo para disminuir la frecuencia reportada por el estudio. Una sociedad sin mentiras puede llevar a un mundo mejor.
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